“Sólo cuando
entendamos la naturaleza del juego podremos entender cómo mejorar el destino de
las sociedades humanas en un mundo mutuamente dependiente, el futuro de nuestra
especie, y quizás incluso el mismo destino de la biósfera” G.M. Burghardt.
“El
fenómeno lúdico y el desarrollo cerebral”
El juego es un mecanismo básico
para mantener la supervivencia, porque crea un estado emocionalmente positivo,
donde se está cómodo y se disfruta de estar vivo en el entorno inmediato.
Al jugar los niños reubican sus
mundos para hacerlos más comprensibles, menos aterradores a veces; esto les
permite crear un sitio seguro en el que se pueden experimentar emociones sin
las consecuencias que podrían tener en el mundo “real”. Si bien el juego es
principalmente una conducta y un fin en sí mismo, por el placer y la alegría de
poder hacerlo, también es más que eso, es esencial para la salud y el bienestar
de los seres humanos.
El juego estimula y propicia
escenarios y oportunidades para que los niños alcancen la plena realización de
sus potencialidades favoreciendo un sano desarrollo de su cerebro.
Dicho desarrollo si bien continua
a lo largo de toda la vida, a medida que la experiencia va acumulando recuerdos
y aprendizajes, modelando, de esta manera, las estructuras y funciones del
cerebro (neuroplasticidad y modelado de redes hebbianas); es incomparablemente
mayor en esta etapa respecto a momentos sucesivos. Los primeros años de vida de
un niño comprenden un período muy importante en el crecimiento y desarrollo
cerebral.
El juego puede servir para dar
forma e integrar estructuras neurales de la motivación, la percepción y la
emoción de un modo que ofrezca una mejor oportunidad de supervivencia. En
términos neurales, genera posibilidades de sentir, actuar y pensar en formas no
lineales, manteniendo la plasticidad y la apertura a la interacción con el
entorno, en lugar de respuestas estereotipadas.
“El cerebro
no sólo da forma al juego… el juego también modela al cerebro”
El juego ofrece la oportunidad de
desarrollar y probar un abanico de respuestas sin consecuencias serias,
parodiar emociones primarias mediante el elemento “como sí” (“como si” las
emociones que se presentan en el juego fueran reales) pero sin las
consecuencias reales. Estas experiencias contribuyen a dar forma a la geografía
neural, mejorando sistemas neuronales vinculados con lo emocional y con los
aprendizajes.
La manifestación de emociones
positivas aumentan la experiencias compartidas de felicidad, amplían las
interacciones y mediante la risa se activan las regiones de placer del cerebro
y produce estados positivos en aquellos que ríen, al mismo tiempo que despierta
emociones positivas en aquellos que observan (Neuronas en espejo).
Hoy se sabe el papel central que
tienen las emociones en la toma de decisiones y en nuestras acciones, por lo
que haber disfrutado de variadas situaciones lúdicas sustentará mejor nuestra
flexibilidad emocional.
Vogt sugiere que un niño debe
jugar entre 7 y 9 horas por día, si bien se sabe que esto es muy difícil de
poder lograr, el Jardín Maternal o Jardín de Infantes podría garantizar más o
menos la mitad. Y luego, en los momentos en que el niño está descansando
físicamente y que no se dedica evidentemente con su mente a otra tarea, su
cerebro sin embargo seguirá permaneciendo intensamente activo. Estos estados de
reposo son muy importantes para el normal desarrollo de las estructuras
cerebrales. También el sueño desempeña un papel decisivo en el aprendizaje y la
memoria; ya que en los momentos de sueño el cuerpo repone energías y el cerebro
reprocesa las experiencias acumuladas durante las horas de vigilia,
favoreciendo la consolidación de conocimientos dentro de la memoria a largo
plazo.
“Jugar es
hacer” y “Crear es también hacer”
Revisado por el Lic.Carlos Tryskier
www.psicarlostryskier.com.ar
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