BUENA CRISIS, MALA CRISIS...

Por el contrario, hay personas a quien esa crisis de identidad
les confunde e inquieta, pensando en la vejez como algo próximo e inasumible, hasta
el punto de que desean volver a la juventud, adoptando actitudes y formas de
vestir y comportarse meramente juveniles, que les hacen verse desfasados y no
hacen más que complicar su transición a la edad madura. Otros, reaccionan en
actitud de huída, y rompen con sus costumbres, su hábitat o incluso sus
círculos familiares o sociales.
De ahí que exista un alto índice de divorcios, repentinos e
incomprensibles para los allegados, en hombres de esa franja de edad. Y algunas
personas llevan ese darse cuenta de la nueva etapa al ámbito de la desilusión,
la desgana y el sentirse fracasados o insignificantes, o demasiado “viejos” para seguir
soñando y teniendo nuevos proyectos, lo que conlleva un encerrarse en sí mismo,
renegar del mundo y temer la llegada de enfermedades, la senectud o la muerte.
La madurez no es una renuncia a los sueños de juventud, ni un
declive hacia la vejez, sino un nuevo comienzo desde la coherencia, la
retrospección y la ilusión madurada.
Lic.CarlosTryskier
www.psicarlos tryskier.com.ar
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