sábado, 18 de abril de 2015

COMO LE DIGO A MI PAREJA QUE QUIERO SEPARARME…?

                         Decirle a nuestra pareja que  queremos separarnos, es una situación muy estresante, implica atravesar un proceso de cambios profundos en lo familiar e individual y genera modificaciones en los distintos ámbitos de la vida de una persona (afectivos, económicos, legales, sociales y personales). 
Suele ser más fácil cuando hay una infidelidad o una deslealtad mayor. La situación suele complejizarse cuando existe un problema enquistado desde hace años y no resuelto.
Cuando en una crisis de pareja comienza a acrecentarse la intensidad y frecuencia de las peleas, o están cada vez más distanciados e indiferentes, entrando en un círculo vicioso donde la discusión y el maltrato se naturaliza, es el momento de tomar una decisión.
No es un dato menor “quien es el que decide la separación”. En el caso de la mujer, generalmente de mediana edad y mayor, toma la decisión después de haber agotado todos los recursos para intentar solucionar los conflictos, y en el momento de enfrentar la situación, suele tener el duelo ya elaborado. Cuando el que decide la separación es el hombre de mediana edad, puede hacerlo de una manera más impulsiva e intempestiva y según marca la tendencia suele ya tener proyectada una nueva relación, lo cual hace que facilite la decisión. Al hombre le cuesta mas expresar sus emociones y enfrentar este tipo de situaciones.
En la actualidad estamos atravesando un nuevo paradigma de pareja, donde hay menos tolerancia, pero también menos hipocresía, dejando atrás los mandatos arcaicos, estableciendo vínculos mas laxos y libres, menos comprometidos y con roles mas flexibles. Observamos en los adolescentes una tendencia a finalizar una relación a través de las redes sociales y/o de un mensaje de texto.
Para quien ha sido dejado, es una gran herida narcisista, pudiendo padecer una depresión y aislarse del contexto social hasta que pueda superarlo y en el mejor de los casos aceptarlo.
También, es posible sugerir un distanciamiento más claro, a nivel no verbal, pero sin dejar el hogar que comparten, como dormir en distintos dormitorios, el cese de conversaciones acerca de la relación, pero en un marco de cordialidad-distante, funcionando “como si” estuvieran separados. Respecto a las “separaciones de prueba” la experiencia demuestra que solicitar un tiempo, suele ser la puerta o excusa que abre la definitiva y postergada separación.
En el caso de haber hijos, el tema es mucho más difícil y está relacionado a la culpa y a la utilización de los niños como trofeo, sostener la estructura familiar, el peso de los mandatos, demorando o imposibilitando la separación, complicando más la crisis. Las consecuencias negativas en los hijos no se producen debido a la separación en sí misma sino a la forma inadecuada y disfuncional que le imprimen los padres al hecho de la separación.
La experiencia de separarse implica desde el punto de vista psicológico la vivencia de un duelo por la necesidad de aceptar el fin de un proyecto común de vida de dos personas, aquel que un día un hombre y una mujer hicieron con el fin de vivir juntos para siempre y en el que creyeron.

Hombre y Mujer frente a la separación
Las investigaciones y la experiencia en la clínica demuestran que generalmente para la mujer es más arduo que para el hombre enfrentar la separación en su período inicial. Esto es porque frecuentemente es ella quien queda en el hogar viviendo con los hijos y debe readecuar todo su sistema de vida afrontando la ausencia del padre en la resolución de los problemas cotidianos. Además, generalmente aquella mujer que no trabajaba antes de la separación se ve obligada a hacerlo por la necesidad de aumentar los ingresos para el hogar. Si la mujer, previamente a la separación contaba con independencia el pronóstico post separación será más favorable que aquella que su vida giraba en torno a ser “esposa” en que la sensación de angustia y vacío es más difícil de reparar.
Ante la separación los hombres enfrentan la creencia popular de que viven en una eterna fiesta y que se llevan la mejor parte ya que recuperan su libertad completamente y pueden disfrutarla sin ningún obstáculo familiar. Sin embargo, los estudios y la experiencia demuestran que la angustia, la pena y las carencias son similares a las que vive la mujer incluso, a veces, peores por el distanciamiento de los hijos. También se debe recordar que en la gran mayoría de los casos es el hombre quien se va de la casa con el consiguiente estrés y apremio económico.
“Una separación también puede permitirnos la posibilidad de rearmar nuestra vida, luego de atravesar una crisis profunda, transformando lo que en un momento causo dolor en oportunidad”.

Lic. Carlos Tryskier
MN: 45097
www.psicarlostryskier.com.ar